lunes, 4 de noviembre de 2013

Un "bacán" de vereda (perfil)

Transcripción y edición: Luis Fernando Arredondo Gómez
 

 

Introducción del editor

     El texto que sigue me fue sugerido por el granadino Alejandro Soto y constituyó el primero publicado en este blog. Fue dedicado por su autor a Roberto Zoco, quien fue el inspirador principal de esta hipermedia, luego de que la emisora "comunitaria" de Granada le cerrara sus micrófonos.
 
     En los primeros días de mi estadía en este lugar, tuve oportunidad de intercambiar algunas palabras con Jaime Ovidio. El texto que sigue es el primero que conocí de los de su autoría. Para ese momento mi conocimiento sobre Roberto Zoco era muy limitado.
 
 
     Hoy (8 de septiembre de 2016) encuentro que este perfil es muy parcial y no es especialmente objetivo, porque la personalidad de Roberto Zoco, ya fallecido, y sus inquietudes intelectuales y vitales, me parecen aún más complejas de lo que el autor expresó. La simplicidad era sólo la capa exterior del mundo de Roberto Zoco. 
 
 
     No recuerdo haber conversado seriamente con don Roberto sobre el contenido del texto, pero me acuerdo que él no le daba mucha importancia, aunque parece que mantenía contacto con el autor o tenía noticia permanente del mismo, por lo que extraña que Jaime Ovidio preguntara a otros por un hombre que nació y permaneció ininterrumpidamente en Granada por más de medio siglo, y que murió en el año 2015, contando 71 o 72 años de edad.

     Algunas frases o palabras destacadas en el texto son responsabilidad nuestra.    
 
 
 
 
Un "bacan" de vereda
Autor: Jaime Ovidio Giraldo García
 

Jaime Ovidio Giraldo García (Foto en Monografía de 1997).

 

     Vive aquí, algunas veces entre gallinas y vacas, un hombre de rostro severo, cuya apariencia es la de un candado viejo, herméticamente cerrado por el tiempo. Me cuentan que en su juventud dispuso de una católica enseñanza, fundamentada en el ejemplo y el discurso, que luego "condimentó" con lecturas de libros, viejos periódicos y una que otra revista, que le pulieron su expresión cadenciosa y fuerte.
 


     Fue un madrugador de pueblo, y el tiempo lo habría de convertir en un charlador bacán de vereda, además de bachiller, en la mitad de su vida. En épocas de estudio le madrugó a las campanas, que levantaban vuelo muy temprano, antes de que saliera el sol, a mostrar las cosas del mundo.

A este hombre se refiere el texto.
                                 
     Con los primeros cantos del gallo, iniciaba sus estudios en una mesita, cercana a la cocina, para romperse primero la cabeza con el álgebra de los árabes y a las dos horas siguientes, pasearse por el atrio, coqueteándole a unos bellos poemas, con la solemnidad de un seminarista en trance; más tarde habría de pensar que once años de estudio y unas cuantas lecturas, son mucho para quedarse solamente sembrando maíz en un arado, y que para ordeñar una vaca en un potrero, no es necesario saber mucha álgebra.
 


     Se nota que hace ya tiempo, no peina su cerebro con los libros, aunque su corte de pelo le da una falsa apariencia de joven cadete. He reparado con asombro y más con nostalgia, que le bastan seis letras, para hacerse obedecer de bípedos y cuadrúpedos y ante el cutu...cutu...cutu...llegan presurosas las gallinas a picotear ávidamente el maíz, formando un curioso sonido de lluvia metálica. El te...te...te...de su gruesa voz, hace bramar una vaca que se mueve perezosa y monótona al ordeño.
 

Su nombre era José Roberto Giraldo Salazar (Roberto Zoco)

 
     El cutu...cutu...te...te... son en su pequeño espacio, la condensación de una filosofía de la supervivencia, donde la falta de oportunidades elimina los bellos discursos, aprendidos en el aula.

     Mi amigo, en algún momento se fue a la soledad relativa (que no absoluta) que quema y purifica, para no quedarse en las tormentosas montoneras, que despersonalizan y uniforman.

     Se recogió en el aislamiento, sin pretensiones ermitañas, como una de las tantas formas, para recuperar un poco de individualidad y de transparencia. Alguna vez pudo haber dicho en los tintiaderos y con cabeza prestada que "la hipocresia es el lazo que une a algunas personas en sociedad" y la franqueza es transparencia que incomoda.

     Juzgó con cierto reordenamiento en su mundo interior, y hay en su expresión, parquedad en las palabras, mas cuando en su juventud no comprendía la economía del lenguaje y derrochó verbo entre sus amigos; hay momentos donde el silencio es lenguaje de sabios, aunque los tontos también callamos.

     Cuando alguien ha logrado mucho por dentro y expresa poco por fuera, ha recuperado en la época del consumismo mucha higiene mental y muy poco espíritu gregario. El reloj de la torre ya marca las dos y una raya, pasado el sol de las doce, cuando las sombras de hombres y cosas ya no son un punto en el centro del día."

[Tomado del libro del autor titulado "¿A que Juegan las Palabras?", editorial Todográficas, primera edición, Medellín, 2010. Páginas 56-58].


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