jueves, 27 de marzo de 2014

El padre Montes (perfil)

Autor: Ernesto Tobón Benjumea (Rionegro, 1964)

Transcripción y edición: Luis Fernando Arredondo Gómez

 
 
     [Este es un interesante compendio de anécdotas sobre el cura Lázaro Montes, que revela parte de la idiosincrasia de los habitantes de Granada (Antioquia).] 
 


Cura Lázaro Montes (Periódico Granada, 1940)


     «Siempre hemos considerado la Historia como un calidoscopio perfecto. Si le damos vueltas, tendremos mil paisajes distintos y todos hermosos y completos; brillantes y dicientes. Hoy le dimos un pequeño impulso al tubo milagroso y apareció una estampa que sonríe bonachonamente. Pero no hay que hacerse ilusiones. Lo más probable es que ríe de nosotros. Nuestro personaje inolvidable de hoy es el Pbro. [1] Lázaro Montes, un duplicado estupendo - espiritual y corporal- de un conocido personaje de leyenda.
 
  
     De grandes zapatos y grandes zancadas. Bajito de cuerpo y tirando a rechoncho. En su hable tenía muy pronunciado el acento de alguna región del departamento [A]. Con él se adentraba más fácil a una conversación de negocios que a una plática religiosa. Muchas veces, y con la más endiablada de sus sonrisas, terminó una conferencia con esta sentencia demoledora y mordaz:
 

     "El mejor negocio que hay aquí es que crean a uno bobo."
 
 
     Era buen jinete y gran veterano de los caminos pantanosos de las veredas. Su proceder francote y campechano le abría todas las puertas y era bien ido a todas partes. Bromeaba con todos, pero !ay! del cliente que tuviese un flanco vulnerable; el padre Montes no callaba y nadie le hacía perder la ocasión de un pequeño desquite, pues bien sabía él que detrás de sí iba dejando a su costa una estela de chistes flojos y no siempre cristianos. Fue marrullero y filósofo profundo; inteligente, refranero y testarudo. Luchó por su vida sin grandes afanes y cuando se fue del mundo no quedó debiendo.
 
 
 
"El Glotón"



      Al llegar a una casa de campo, así fuera él o no en función de su ministerio, lo primero que hacía era encargar para pronto uno de sus manjares favoritos: leche o chocolate bien acompañado; natilla si era en diciembre y hasta un pollo según el cliente. Donde ya lo habían recibido una vez, a la segunda no se hacían esperar y el padre Montes era atendido con presteza y buena voluntad.


      "
Curita celoso y activo, mas sin mayor discernimiento", dice García Ortiz [2] en una de sus maravillosas conferencias. Pero cuando recuerda el concepto del padre Montes sobre los liberales de Rionegro, dice el conferencista que ese apóstrofe histórico será inmortal.
 

     Otro autor dice: "Las expresiones gráficas del padre Montes han llegado a ser la admiración de todos por la filosofía que encierran. Dentro de su bonhomía [3] se revela en veces como profundo sicólogo, que retrata con perfección el estado de nuestra vida; es célebre autor de la frase: "Para conservadores los liberales de Rionegro" y otras que a diario se repiten en tertulias y corrillos como muestra clásica de la crítica fina y corrosiva del moderno Sancho Panza."
 
 
     Imposible reconstruir hoy todas las anécdotas tejidas alrededor de la vida pintoresca del padre Montes. Para evitar el peligro de poner una carta de más en el juego limpio de su historial, solamente traemos a la cuenta unos pocos apuntes que en su hora fueron oportunos y que no dejan la menor duda de su autenticidad.
 



Rionegro (Antioquia). De Wikipedia.org

 
     De todos sus decires, el que más honor y fama le dio al padre Montes, fue aquel en que su fantasía lo enfrentó a los liberales de Rionegro. Una vez el superior Jerárquico lo envió a dirigir una parroquia de tercera categoría en una población que, entre varias condiciones de menor cuantía tenía la muy protuberante y apreciada de dar, cuando era el caso, un número crecido y homogéneo de electores, ubicados casi todos, por no decir en su totalidad, en el partido conservador. [4]
 
 
     Poquita cosa encontró el padre Montes para administrar en aquel lugar. Ni la Iglesia en lo espiritual, ni su templo en lo material, daban señales de vida. El coro tambaleaba y parecía que iba a desarmarse; los muros manchados y agrietados peligrosamente; el techo estrellado de goteras; y por fuera las malezas invasoras ya se prendían a los muros. En sus arcones apenas habría ornamentos para media misa sin apelar a los ya desechados por la aplanchadora.
 
 
     El buen padre empezó sus prédicas invocando la generosidad de los vecinos para rehacer el pequeño templo; varias veces se repitió el llamado angustioso de socorro apelando a las creencias religiosas y políticas del pueblo; pero nada; todos se hacían los sordos y el dinero no llegaba; hasta que un día, con la desesperanza en el alma, el padre Montes subió al púlpito y entre paciente y dolorido, les arrojó a la cara este apotegma que lo hizo famoso:

   
   "Ustedes dicen que son conservadores, pero están muy equivocados. Para conservadores los liberales de Rionegro."
 


 
     En su vasta [5] feligresía [6] tenía el padre Montes unos amigotes con quienes, de vez en cuando, se cruzaban verdades como hojas de pringamosa, [7] pero que en ningún caso lastimaban la amistad. Un día, uno de esos amigotes, don José, tan sin pena y tan fresco como él, después de varios pases le clavó esta banderilla:
 
 
Oiga, Padre; y a vusté [8] con ese empaque ?cómo hicieron para ordenarlo?
!Ah!, contestó el buen Cura; a mí me ordenaron en tiempo de descasez [9].
 
 
     Entre los sacerdotes que servían la parroquia, si el padre Montes no era el más joven, sí era el más esforzado y aguantador de calamidades. Noches oscuras y lluviosas; barrizales y zanjones traidores, todo se hizo familiar y corriente en la vida del laborioso Pastor. Sin embargo había días en que el trabajo era tan intenso y se sucedían con tanta frecuencia los viajes al campo a confesar enfermos, que la paciencia de nuestro amigo el cura estuvo a punto de estallar. Así fue como una vez, al dar cuenta al superior del trabajo del día, subrayó su informe con esta exclamación tan llena de amargura como de un profundo sentido económico:
  
 
"Las confesiones son muchas, pero los muertos no aparecen."


 


 
 
     En las vísperas y primeros viernes de cada mes, o en otras fiestas de la Iglesia en que era mayor la afluencia de confesantes, como todos sus compañeros, el padre Montes tenía su confesionario especial y los feligreses, amontonados allí esperando su turno para la confesión y aún los que pasaban de largo por la Iglesia en otros menesteres, quieras o no, debían oír entre confesor y penitente, unos diálogos que apenas sí debían ser oídos por los dos interesados; pero el padre Montes, de conciencia holgada y quizá de no muy fino oído, hacía, con voz perfectamente audible, unas preguntas y repreguntas que, de ocurrir en otro lugar, habría sido de alquilar balcones. En todo caso, el piadoso auditorio que rodeaba todo lo ancho de la nave, aquel confesionario parlante, muy a su pesar, se enteraba de las vidas ajenas.

  
     Un colega del padre Montes, buen componedor de desaciertos y con la buena intención de evitar en lo posible las audiencias del confesor, de la manera más discreta le llamó la atención aconsejándole una mayor moderación y un tono más bajo en sus admoniciones del confesionario. Pero nuestro Levita [10] no sabía de tonos menores cuando defendía sus puntos de vista y fue así como contestó en un tono tan alto que lo pudieron oír los viejitos del atrio:
  
 
     "Es que el padre Martínez se lleva todas las muchachas bonitas y a mi me deja las viejas sordas..."
 
  
     El padre Montes fue, sin abusar en ello, un gran aficionado a la compra y venta de propiedad raíz; y a fe que lo hizo con buen éxito; ya por la calidad de la finca o bien por la oportunidad del negocio. Una de sus compras en la ciudad de Rionegro fue la casa colonial que en la primera mitad del mil ochocientos perteneció a la familia de don Luis Lorenzana Ferreira y cuyos linderos, cien años atrás, eran los siguientes:

 


     Por el sur con la calle de la "Convención" y por el occidente con la carrera "Santander"; por el oriente, con la casa donde fue asesinado el abuelo del Gral.[11] Uribe Uribe, don Heraclio Uribe Echeverri; y por el norte, Quebradita de por medio, con habitación  predio de las señoras Pasos, hijas de una prima hermana del Gral. Córdova; y por el mismo costado norte, hacia el oriente, con propiedad de don Joaquín Cornelio Cano [12], ascendiente de una empenachada estirpe de nobles periodistas.
 
 
     La histórica residencia de la familia Lorenzana [13] fue vendida a pedazos por el padre Montes; cuando vendió la última parcela, la que fue su propia habitación, ya había tomado posesión de su último refugio como Capellán de una comunidad de religiosas [14].
 
  
     Así acabó sus días este bizarro [15] calificador de los liberales de Rionegro
 
 
 
     [Texto transcrito del libro "Crónicas de Rionegro", escrito por Ernesto Tobón Benjumea. Primera edición del año 1964. Reeditado en el año 2011 y publicado dentro de la Colección Bicentenario de Antioquia, Memorias y Horizontes. Gobernación de Antioquia. Páginas 317 a 321. La presente versión incluye notas aclaratorias y apartes destacados por el editor, a través de negrillas, etc. ]
 
 
 

Comentario del editor y anécdota sobre Jesús María Buitrago
 

     El conocimiento sobre la existencia y las peculiaridades del padre Lázaro Montes me lo brindó don José Roberto Giraldo Salazar (Roberto Zoco), en alguna de nuestras conversaciones, quien como buen cultor de la historia oral de su pueblo, porque la vive y la "revive", "dramatizó" para mí algunas de las anécdotas del curita. Entre esas "instantáneas", don Zoco equivocadamente atribuyó al padre Montes una que hizo parte de las peculiaridades del cura Jesús María Buitrago, como bien lo contó Juan Botero Restrepo:


«La otra anécdota tuvo lugar durante una comida servida en honor del Prelado [Arzobispo de Medellín, Manuel José Caycedo], en la cual el padre Buitrago estaba al lado de él en la mesa. En un momento determinado, Monseñor Caycedo, pasándole una bandeja de ensalada, en la que abundaban las lechugas, le preguntó si no deseaba tomar algunas.
El Padre le contestó que no gustaba de ello. El Prelado le replicó que ello se debía quizás a que no había sido hecha la miel para la boca del asno. "La miel no, Ilustrísimo Señor, pero las yerbas sí", replicó rotúndamente el sencillo levita.» (Botero Restrepo, Juan. Biografía de Salazar y Herrera. Centro de Historia de Sonsón.1971. Tomo 1, página 43).



Arzobispo Manuel José Caycedo

     Jesús María Buitrago, murió el 18 de abril de 1913, cuando se desempeñaba como capellán de Nuestra Señora de la Valvanera, en el municipio de Sonsón.
 
 
 
 

Notas


[A] Granada (Antioquia).

[1] Cura o sacerdote.

[2] Laureano García Ortíz. Historiador, periodista  y escritor liberal nacido en Rionegro (1865-1945). Seudónimo: Nieman.

[3] Candidez, credulidad, sencillez, sin malicia ni doblez.

[4] Con base en la Monografía de Granada, escrita por Juan Francisco Duque Yepes en 1968, la parroquía de "tercera categoría" a la que se refiere el autor, podría haber sido la de San Luis o la de Granada, donde también sirvió.

[5] Grande, abundante, dilatada.

[6] Entre líneas, el autor pareciera referirse a una "Basta (grosera, rústica, tosca, sin pulimiento) feligresía."

[7] Negrilla del autor.

[8] "Vulgarismo utilizado en lugar de usted."(Nota del autor).

[9] "Vulgarismo utilizado en lugar de escasez" (Nota del autor).

[10] Cura o sacerdote.

[11] General, grado militar.

[12] Casado con María de los Angeles Gutiérrez, padres de Fidel Cano Gutiérrez, fundador del periódico liberal "El Espectador" y patriarca de una famosa familia de periodistas colombianos.

[13] Posiblemente descendientes del gobernador español Cayetano Buelta Lorenzana, quien presidió la Provincia de Antioquia a finales del período colonial.

[14] Radicada en Girardota, según Duque Yepes en su monografía.

[15] Valiente, generoso, esplendoroso, gallardo.